La gente piensa que estoy loca, pero sí, yo noto cuando te pasa algo. Sé cuando estás triste, cuando estás mala…
Y cuando tu estás mal, las dos lo estamos.
Eres parte de mí.
Intento protegerte cuando vamos al veterinareo y en la sala de espera te subes encima de mí para sentirte más segura. Intento tranquilizarte, pero la verdad es que yo también estoy nerviosa y tengo miedo.
Ahí pasamos horas la una junto a la otra, hasta que se me duermen las piernas de tenerte encima, pero me da igual, no cambiaría ni uno de esos segundos a tu lado.
Cuando llega nuestro turno… te bajo al suelo confiando en que entrarás caminando, pero nunca es así. Te clavas en el suelo, e intentas hacerme saber que no quieres entrar, que te aterroriza.
Al final me acerco a ti, te cojo en brazos y aunque te aterrorice lo que va a pasar… te rindes a mis brazos. No entiendo que no te resistas, que no te revuelvas, que no me gruñas, que no me muerdas… ¿Por qué me quieres tanto?
Entramos y… no puedo evitar que te hagan daño.
Después de los pinchazos pertinentes toca volver a compartir otro ratito juntas esperando los resultados. Llevamos años repitiendo esta misma historia al menos una vez al mes y ultimamente los resultados siempre son buenos.
Hoy ha sido distinto. Sé que te prometí que volveríamos juntas a casa y… no ha podido ser así. Te has tenido que quedar hospitalizada porque no saben que te pasa.
Lo siento. Siento haberte dejado allí. Siento haberme ido mientras la veterinarea tiraba de ti, pero no podía mirarte a la cara…
No tengas miedo. Estoy contigo.
Te quiero Kyra.